viernes, 18 de septiembre de 2015

Nos parecemos (o recordamos mucho) a otros descendientes de antepasados que conocemos.

En referencia a la teoría anexada a la doble hélice en espiral, es decir, el A.D.N. debería añadir la pregunta que cabe hacerse sobre por qué esto pasa o si es posible entender el mundo o solo a nosotros mismos mediante este acontecimiento representado por caras anónimas de la sociedad que vemos cada día.
Podría extenderse ya a un estudio de perfiles en red, pero no entenderíamos seguramente nada de una manera global sino subjetiva esta relación entre caras. De la misma forma que no hay dos animales con la misma forma moteada en plumas, pelos y piel -como en éste último caso, las huellas dactilares-, cabría entender si existe algún tipo de patrón respaldado por representantes físicos en el genoma humano que cupiera en la concepción del futuro y las futuras generaciones venideras (por irónico que parezca, mediante otras concepciones donde ocupen los vacíos generacionales nuevas caras nuevas).
Somos seres sociales, humanos, y con rasgos similares, y no hay otra forma de considerar el pensamiento natural de la forma física humana si no es entendiendo el sexo como la manera de vincularse genéticamente unos y otros, salvo, quizás, la probabilidad de poder relacionar caras similares (rasgos, o cualquier forma física que difiera de una anterior) mediante el recuerdo de algún ya conocido o familiar cercano.
Es como preguntar si es posible que porque un actor marque tendencia en la tele, vaya a ser más probable encontrar a alguien de aspecto similar, aunque implique un proceso de muchos años, el ser humano no se mueve solo por moda sino que es una imagen muy cambiante.
Veremos si no se nos distorsiona mucho la imagen de la realidad, o cómo se representa ésta de una forma fidedigna a quienes somos como nos dejamos ver, pero ¿será esta una forma de estudio de entender al ser humano viable?

domingo, 29 de marzo de 2015

La relatividad del peso

La gente se acostumbra a pensar que todo lo que pesa, pesa igual siempre. Exceptuando la cerveza, el agua, y otros estados de la materia, por lo general, suelen pesar distinto un mismo objeto dependiendo del tiempo en que lo dejes en un sitio.
Cuando cargas algo, la probabilidad de que ese objeto pese menos es inversamente proporcional a los vecinos 'simpáticos' que hay. Depende de lo que dejes en un espacio de tiempo, si es por ejemplo una bici, acabará pesando tanto como el aire a los segundos si la dejas en la calle y sin vigilancia.
Esto, cómo no, se puede transportar a la energía. No vale lo mismo un beso no dado, que tiene mucho peso, que uno dado a alguien en una leve borrachera. En este caso lo que pesa es el alcohol.
Nuestra propia felicidad, es relativa, si tiene más peso cuando estamos rodeados de gente que si estamos solos.
Ya no podrás decir tampoco que no se puede poner un número a las emociones y sentimientos humanos, mídalo en peso.

miércoles, 14 de enero de 2015

Libertad o interferencia

Las ondas de probabilidades de cumplir con algo que se esperaba o no son, de hecho, predecibles por el propio cerebro para determinar qué acción se llevará a cabo y en qué orden y cuáles tendrán su repercusión en el pasado o futuro. Sí, ya que cualquier hecho -evidentemente- que suceda en el pasado afectará al futuro, pero no lo es tanto como pueda suceder al revés.
Las cosas suceden "como tendrían" que suceder. He oído esa frase muchas veces y me asusta mucho más que el principio del Karma que tan científico puede parecer como el simple hecho de que acciones -o pensamientos- positivos hará que te sucedan buenas cosas y lo mismo con los negativos... aunque a veces se tome su tiempo para poner las cosas en su lugar.
Es más, yo diría que las acciones del pasado interfieren menos -o nada- con el futuro ya que -en su mayoría- han sido premeditadas o pensadas por lo que dejamos el tema del libre albedrío a parte. Todos tenemos un objetivo, un destino, una idea de nosotros mismos e información que queremos compartir o porque sabemos hacerlo o porque se nos da bien transmitir chistes, órdenes, imágenes o ideas... cualquier persona vale, y esto es aplicable a todos. Incluso para los grupos que se conocen, las acciones que pueden hacer son más o menos previsibles y cómo el decidir A o B, sí o no, una cosa u otra está infinitas veces más predeterminado que nada. Aunque hasta el no hacer nada va con una persona tranquila que no necesita a nadie. Pero todos, de una forma u otra más o menos consciente estamos dados a navegar en ese mar de dudas y libertad que son las ondas de probabilidad que cuánticamente nos rigen.
Sin embargo, un servidor defiende más el hecho de lo que se rodea en sí -al rededor de la partícula- que la probabilidad que hay... ya que si está predeterminada es seguro dónde se encontrará.
Hay un cúmulo de ecuaciones -eso sí- que provocan interferencias entre lo que somos y lo que hacemos y fluctúan todas siempre en el mismo punto donde la libertad no deja de ser más que un camino donde podemos elegir llegar por una dirección u otra a un punto previamente marcado desde el inicio de la proyección y la trayectoria a seguir, que no sería más que el tiempo relativo que rige cada situación y a cada persona a la vez.
Una acción tiene su reacción o su respuesta de forma inmediata, sobretodo cuando se conoce tanto la parte contestante como la emisora y que, normalmente, sucede lo que se imaginaba que se esperaría que pasara y, cuando no, pues seguramente resulte algo de lo más cómico como pueda ser la espontaneidad.